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Tal como lo relataron aNicole Audrey Spector
Cuando me enfermé por primera vez con Covid-19 en enero de 2021, hice lo más que pude para cuidarme, pero fue difícil. En ese momento exacto, Richard, mi pareja, con quien mantuve una relación de 17 años, acababa de perder a su padre debido a complicaciones de la Covid-19 unos meses atrás, y ahora estaba enfermo con el virus. Y se encontraba peor que yo.
Un poco después, Richard empeoró, estaba en el hospital conectado con un respirador, todo su cuerpo estaba siendo atacado.
Y entonces, un mes después, falleció.
De esta forma, el amor de mi vida se convirtió en una de las numerosas muertes por la Covid-19, uno de los más de 1 millón de estadounidenses que fallecieron por el virus. Decir que mi corazón estaba roto ni siquiera empieza a describir el dolor que sentí por perderlo. Todavía tengo dificultades con el trastorno de estrés postraumático (TEPT). Mi cerebro tiene una mala tendencia a revivir los últimos días de Richard en este mundo.
Con toda esta tristeza y trauma, apenas tuve tiempo para notar que todavía no me había sanado después de “recuperarme” de la Covid-19. La fiebre desapareció, pero todavía tenía una terrible fatiga, malestar, insomnio, problemas para concentrarme, dolores corporales intensos y problemas intestinales.
Fui eventualmente al doctor para ver cuál era el problema.
“Tristeza” dijo el doctor. “Has tenido que lidiar con muchas cosas”.
Ese doctor no sería el último profesional médico que atribuiría mis síntomas a la tristeza. Mis amigos y familiares que estaban al tanto de mis síntomas hacían lo mismo. No puedo culparlos realmente. Acababa de perder a mi alma gemela por este horrible virus y estaba lidiando con los espantosos asuntos patrimoniales que tienden a surgir después de una muerte inesperada.
Era obvio que no me sentía bien. Hubiese sido raro que lo hiciese.
La vida continuó bajo la sombra imponente de la muerte. Hice lo mejor que pude para perseverar mientras me sentía generalmente indispuesta. Terminé teniendo resultados positivos de la Covid otra vez en enero de 2022, pero para ese entonces ya estaba vacunada, así que mis síntomas fueron menos graves que la primera vez.
Pero nunca me recuperé realmente otra vez. Aunque tenía resultados negativos en las pruebas, me sentía generalmente mal y adolorida todo el tiempo. Mi hermana sospechaba que tenía Covid-19 persistente, que ahora se conoce también como “secuelas de la Covid-19”.
Este mayo que acaba de pasar, programé una cita médica con una doctora. En cuanto describí mis síntomas a la enfermera que trabajaba con ella sentí que me escuchó y que validó lo que le dije.
“Parece que definitivamente tienes Covid-19 persistente”, dijo la enfermera. “La doctora estará muy contenta de hablar contigo”.
Estuve a punto de llorar. Sentí tanto alivio por escuchar finalmente que había algo que explicaba mi sufrimiento.
La doctora también validó lo que dije y mostró compasión. Entre más escuchaba lo que estaba experimentando, se sentía más segura de que sería la candidata perfecta para un estudio a nivel nacional de pacientes que viven con Covid-19 persistente. Me registré para participar en junio.
Estoy agradecida por participar en el estudio, pero no proporciona ningún tratamiento y ciertamente ninguna cura. Y no es útil para abordar mis síntomas.
Todos los días me despierto sintiendo mucho dolor, literalmente de la cabeza a los pies. A veces me toma más de dos horas ganar fuerzas para salir de la cama.
Preparo una taza de café para despertarme completamente. El olor del café solía ser uno de mis favoritos, pero ahora me resulta raro. Me parece amargo. Hace que mi estómago se retuerza. Mis sentidos del gusto y del olfato no han vuelto a ser como eran antes de la Covid-19.
Lo peor es la dificultad para concentrarme, seguida por el dolor de articulaciones y la fatiga. Tengo problemas estomacales recurrentes y mi vista está empeorando, lo cual podría ser también un efecto colateral de la Covid-19 persistente. Todos estos problemas son factores contribuyentes que explican mi incapacidad para hacer tareas básicas con la rapidez y con la seguridad con la que las hacía antes. Mi productividad se desmoronó.
Es difícil decidir si las mañanas o las noches son peores. Aunque las noches son más dolorosas desde el punto de vista físico, la angustia mental es más desagradable en la noche. No puedo controlar mis pensamientos porque estoy abrumada por la angustia. Mis recuerdos de mi vida con Richard, del tiempo que pasamos juntos, y de cómo terminó todo en una forma tan repentina, se repiten en mi mente una y otra vez. No puedo cerrar los ojos y dejar de pensar en todo eso.
En estos momentos dolorosos, frecuentemente pienso en algo que una doctora que atendió a Richard me dijo cuando indujeron una coma para usar el respirador. Dijo, “si Richard sobrevive tendrá síntomas persistentes y realmente no creo que quiera vivir de esa forma”.
Decirme eso fue algo presuntuoso y poco profesional. Y me afectó bastante. Para cuando tuvimos que tomar la difícil decisión de desconectar a Richard del respirador, no había ninguna otra opción. Su cuerpo había sido destruido. Pero las palabras de la doctora hacen ecos en mi mente: “Realmente no creo que quiera vivir de esa forma…”
Y ahora estoy aquí. Viviendo con Covid-19 persistente. Y ¿sabes? ¡Es terrible! Pero, ¿sabes algo más? Estos dos últimos años, he recibido más amor y motivación que lo que pude haber imaginado. Gracias a este caos conocí a gente que me brindó consuelo y que me sacó de mi desesperación.
Aunque la Covid-19 es muy desagradable, para ponerlo de una forma bastante conservadora, no es el fin del mundo ni de la esperanza. Tengo 60 años y conservo la esperanza y la convicción de que seguiré afianzando las relaciones con mis amigos y familiares y que, eventualmente, recuperaré mi salud. Incluso espero poder enamorarme de nuevo.
Al participar en el estudio de Covid-19 persistente, estoy contribuyendo con la investigación científica y, si todo sale bien, dicho estudio proporcionará información que nos permitirá entender de mejor forma la Covid-19 persistente y posiblemente incluso descubrir una cura algún día.
Demasiada gente no sobrevivió este virus, mi amor entre ellos. Doy gracias de estar viva y puedo decir con orgullo que estoy en esto a largo plazo.
Este recurso se preparó con el apoyo de Pfizer.
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